Cuando éramos chicos no existía un mejor lugar; la desesperación en la noche era seguro dormir rápido para al día siguiente volver al club. Y pensar que con los años yo he cambiado, mis amigos han cambiado, cambiaron hasta las personas; pero la magia del Club nunca cambió. Recuerdo al fondo siempre la casa de Meza donde más de una vez trepé entre maderas viejas y sensación de animales inmensos ocultos para recoger una pelota que mi poca habilidad futbolìstica lanzó hasta ahí. Las viejas guerras que hacíamos con los higos que recogíamos atrás de la Sede y que me ocasionó más de un chinchón. La voz escalofriante de Rosa o su hija Rosita que odiábamos cuando eran nuestros nombres los que perifoneaban como diciéndonos que ya se acababa la hora de jugar. Los veranos en la piscina del club, cuando existía esa cabaña de cañas más vieja que yo y donde atendía un Señor que recuerdo era hincha del UTC de Cajamarca y que llevaba siempre unos bigotes tupidos. Los carnavales, donde nadie se salvaba de caer en la piscina. Era imposible ser socio y no ser amigo de algún Balletta o de algún Baldo; (paradójicamente uno de ellos ahora mi cuñado). Fui no sólo amigo de ellos o de muchas generaciones de ellos; desde mi tío Pepe y a quien nunca le agradecí (esta noche lo haré prometido) que no me haya acusado de llevarme dos botellas de gasesosa que un ya viejo y despistado Acosta dejó en una bandeja sobre una de las mesas del comedor; hasta los hijos de Gino, quienes pueden ser los últimos hasta el cierre de mi escrito si me apuro. Entre ellos Sandra, Mónica, Pepino, El Pancho,La chili, Franco, Giorgio y Cartucho. El primero que conocí de ellos, aquella primera tarde que entraba al club, Angelo, quien jugaba con los hermanos Tito (Augusto) y Tavo (Gustavo) Morelli en la vieja canchita de Fulbito, esa vieja cancha de cemento donde se jugaron tantos partidos, donde yo jugué varios partidos; donde quien hubiese querido jugar tendría que pasar por uno de esos partidos a las 6:30 de la mañana con los Godoy o los domingos de verano haciendo largas colas para que te toque el turno de jugar. En esa cancha jugaban ellos 3, Angelo, Tavo y Tito, cuando me llamaron para completar. Aún recuerdo también la cara de Tavo y Angelo cuando no creían que habían sido derrotados por Tito y un chibolo que no tenía nombre pero que para ellos esa tarde se llamaba como lo que decía el polo que tenía puesto: HELP. Para suerte de quienes estuvimos en el Club, existía el grupo donde uno encajaba, donde la edad nunca importó, donde los grupos podían dividirse en subgrupos, y éstos a su vez en subgrupos más pequeños y así hasta ir de parejas hasta en grupos inmensos de 20 o 30 personas. Existía la famosa historia de Jonathan y el Gato. Las cuadradas que nos metía la mamá de Marco cada vez que lo molestábamos y le hacíamos comer tierra, donde sus hermanas Claudia y Leda, eran como dos hombres más del grupo, pero que en algún momento llegaron a tejer historias de amor en algún regreso de Miami, la ciudad donde estudiaron y vivieron; Miche con sus muletas persiguiéndonos jugando a las escondidas en la noche en la piscina, o las noches que caminando salíamos del club para ir al Pub Los Olivos a refugiarnos en los Cuba Libre que nos preparaba Max y su gente. Chito y su caída ese verano del segundo piso de la sauna de la piscina. Giacomo y Mássimo siempre con la imperiosa necesidad de hablar de cacería, campamentos y disparos. Los Corbatto, Paolo y Flavio, amantes de la buena pesca y el buceo. Infaltables las tardes de Lunes, cuando ya de grandes, no había nada que hacer y pasábamos horas conversando y leyendo el periódico en la sede. El chino Iladoy y sus historias de amor, que ahora seguro serán mejores que las que muchos pasamos. Sandro haciendo ejercicio todo el día, Nino y un accidente entrenando un día donde se rompió la pierna y lo transportamos en un carro con media cabeza afuera hasta la Stella Maris para que lo operaran y que cuando volvió a ponerse de pie ya medía casi dos metros. Javier, a quien nunca en mi vida supe por qué le decían Uvita y que una mañana se mudó a Norte América. El popular Mario Sanguinetti que está aún en todos lados a la vez. Rafael que llegó a ser Tonfren y que fue un buen arquero en handbal. Renzo Giorffino quien se pegó una enorme borrachera con Anisado y de quien nos burlamos sino meses, años y que clamó a los cuatro vientos su amor por Leoncio Lagarto. Alguien tendrá aún esa grabación?. Las tardes y noches abriendo las ventanas de la sala de fiesta de los juegos para meter el equipo de sonido y escuchar The Beatles por horas. Las mañanas jugando taco con Huamán e intentando escuchar cada noche como penaban con los famosos bochazos. Las fiestas de fin de año armando nuestras mesas con los mismos del grupo. Cuando Giacomo usaba la puerta del baño de mujeres en la noche como sala de tiro de sus pistolas calibre 22 convertidas. Los primeros tonos de chibolo, los quinceañeros, las fiestas en la piscina. La idea de siempre volver a crear un Circolino y un segundo piso en la Sede que se construyen hace mil años. Cuando le decías a una chica “Quiéres estar conmigo?” o cuando peor aún esa chica te decía que NO!!!!!. Cuando nos trepábamos a las ventanas del baño de mujeres para ver a quien sea. Subiéndonos al techo de la sede y escupir o tirar algo por el extractor y que caiga en las ollas llena de comida?. Pasar la prueba de aguantar dando vueltas en esa ruleta naranja de los juegos para ser el más valiente, o lanzarse desde la cima de esa torre de llantas que estaba en el centro de los juegos. Decir “Hazte hombre” y hacer “seco y volteado” con un vaso lleno de chela. Haber jugado fulbito y recibir los pases de zurda de Canito. Esperar en la oficina del tío Carbone a tus viejos para que te suspendan o te digan que hiciste una cagada. Valgan verdades pese a su figura canosa y con esos lentes gruesos color verde, no podemos negar que en el fondo no era tan malo, sino muchos nunca hubiésemos seguido siendo socios. Estar al menos un día suspendido en la puerta del Circolo viendo como entraban y salían tus amigos, lo que a uno ya le daba alivio y lo reconfortaba. Ir a la cabañita a jugar botella borracha o agarrar con su enamorada, o llevarla a la piscina en pleno verano en la noche un martes donde no había nadie. Las chicas Nieto, La pequeña maravilla Claudia Bertolotti, su prima Alejandra Escardó, “Canita”, Las Verme, Claudia y Mónica y las populares “Cholas”. Comer chifa los miércoles en la noche en el comedor. Gilear a las chicas del Voley los martes o jueves cuando entrenaban en la tarde. Pasar una tarde enfermo dormido en los sillones de la Sede. Fiarme siempre donde Pascual mi cigarro y mi Halls, que juro algún día iré a pagarle. Escuchar el Hola papacito de Jackie. Que me digan no entres con la ropa de baño mojada a la sede. Ir los domingos a almorzar. Verte en tu hijo como hoy corre por los mismos lugares que tú corriste hace 10 o 15 años. Ver que están vacíos los sitios donde deberían estar algunos, algunos que se fueron momentáneamente, otros por momentos que ya son eternos.
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