miércoles, 15 de diciembre de 2010

La última nota de la Nonna

Cuando era pequeño, hace ciertamente muchos años. Recuerdo que al acabar la tarde, un diciembre, corría por los pasadizos hasta el final, hasta donde había una ventana, una gran ventana. Llegaba y miraba, pasando por horas, conversando, con la luna.
Cada noche, cuando daban las 7, la nonna me decía:”ya es hora”; y yo, saltaba de la cama para ponerme las zapatillas y abrir la puerta para salir corriendo por el pasadizo.
Llegaba nuevamente al final, hasta donde estaba la ventana y esperaba un rato, que saliera para conversar con ella.
Así pasaban los días, hasta muchas veces prefería no ir al club para ir a visitar a la nonna. Había pasado poco de mi cumpleaños, y ese año recuerdo me regalaron un órgano. Yo nunca fui bueno tocando, y siempre quería imitar a la nonna, Ella era concertista, cerraba los ojos y sacaba notas de mis espantos.
Siempre iba a visitarla, y ella tocaba por mí, hasta que daban las siete y me decía: “ya es hora”; y yo salía como siempre, corriendo por el pasillo hasta la gran ventana.
Los pasadizos empezaban a adornarse con algunas cosas de navidad; recuerdo que una noche regresando de conversar con la luna, me robé de una puerta un gorro de papá Noel, me lo puse y entré a ver a la nonna, ella no pudo verme, se había quedado dormida con el órgano en la mano.
Esa fue mi última noche ahí, ese 19 de Diciembre. No volví a escuchar que eran las 7 y que ya era hora, no volví a correr por ese pasadizo, nunca más volví a llegar hasta el final donde estaba esa ventana grande. Recuerdo que le había pedido a la Luna que pueda en navidad estar con la nonna en mi casa escuchándola tocar el piano grande. Nunca lo volví a escuchar sonar de esa manera. Por mala suerte, no volví nunca a la clínica a ver a la nonna. Nunca más nos vimos

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