Cuando lo
conocí, Pedrito tenía una guitarra bajo el brazo, el pelo largo, despeinado
como siempre, con cueritos en el brazo. Siempre vestido con ropa oscura, cada vez que lo veía era así. También con su
gran sonrisa. Una amiga mía (la gringa de cuzco), por la cual yo moría, moría
por él. Bastaba verlo para que babee (ella por él, no yo; menos ella por mí) y en
cada concierto tarareaba una tras otra todas las canciones. Qué churro! (ella
hablando de él, obvio; no de mí) y que sencillo parece. Más sencillo fue
acercarse a él para pedir un autógrafo. -“Hola Pedro, podrías…”, le dijo una
noche acercándole un lapicero y un CD a lo que Pedrito simplemente con su
sonrisa afirmó diciéndole “claro”. Firmó y nos saludó como grandes amigos. El
beso que le dio a ella en el cachete creo que lo debe tener en el recuerdo más
grande. Varias veces nos cruzamos en la
bodega de la esquina del barrio de Miraflores, y jamás negó un autógrafo o una
foto a quien se lo solicitara, menos aún, un “hola” a cualquiera.
Cuando
enfermaba y nadie sabía, algunas personas hablaron huevadas. Ahora hace
conciertos drogado, está ebrio, pasado. Puta Pedro ya quemó. Pedrito, tan grande como siempre, quería
seguir haciendo lo que amaba: cantar; cantar para la gente. El tiempo (y su
problema) nos alejaron al Pedrito músico pero las cosas siempre pasan por algo.
Pedrito se encargó de no alejarse nunca, por el contrario, abrió un nuevo mundo
desconocido para muchos. Pedro el escritor.
Una
conversación con Pedrito puede ser de cualquier tema. Quienes lo hemos seguido
desde que en Facebook creó su página (y mucho antes escuchando su música) hemos
leído todo tipo de cosas, temas infinitos, y tan mundanos que muchos quedamos
con la boca abierta diciéndonos “es cierto”. Ha escrito de mujeres, de hombres,
de su vida, de sus hijos, de su esposa, de sus amigos, de una cena, de los que
lo saludan y leen su agenda; de lo bueno, lo malo, de cómo él le pide
autógrafos o fotos a personas que admira; de su actividad solidaria, concientizando
en el tema del agua, y hasta de religión. Eso sí, siempre cada tema acompañado
de una foto.
Pedrito, el
músico, el que se resfriaba en Brasil, que tenía un auto que era una rana; el
que no tomó la mano cuando solía caminar en “lo olvidé”, que lloraba seguro al
escribir “no pensé que era amor” o que creó lo que terminó siendo un himno para
todos los que están fuera del Perú diciéndoles “cuando pienses en volver”; o
que, como mi vieja me jodía cantándome la mañana siguiente a una de mis trancas
“cuando la cama me da vueltas”; ese Pedrito tal vez hoy ya no cante con su voz
como hacía antes, pero canta escribiendo para todos.
Pedrito sigue
siendo el mismo de hace años, claro que el tiempo ha pasado y fuera de algunos
años más, los hijos más altos que él, sigue sonriendo y aceptando firmar todos
los autógrafos que puede. Capaz de parar su carro para ayudar a alguien a
cambiar una llanta o tomarse fotos con quien se lo pida. A quién no le cae bien
Pedrito?.
Sin duda, qué
grande es Pedrito.
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